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Pero extiende, pues, tu mano y toca sus huesos y su carne, y verás si no te maldice en tu misma cara.
Y el SEÑOR respondió a Satanás:
—He aquí, él está en tu poder; pero respeta su vida.
Entonces Satanás salió de la presencia del SEÑOR e hirió a Job con llagas malignas desde la planta de sus pies hasta su coronilla.

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